CANSADA DE SOÑAR

Tengo diecinueve años, en el fondo siento que han sido diecinueve años de pura tortura y hay días que estoy deseando dejar de sentirme como una rata que hace todo lo que pueda por salir adelante. Estoy agotada de huir de la desgracia. Por gracia divina o por desgracia me ha tocado vivir una vida complicada más que difícil en el sentido de que tengo una calidad de vida envidiable para muchos y una fuerza de voluntad impensable para otros. Sin embargo siento que por cada vez que me pasa algo malo tengo menos fuerza para afrontarlo, no me siento vacía pero en cierto modo sí siento que la soledad lleva años inundando mi alma y en el fondo siento que es mi culpa.

A principios de septiembre mi madre tuvo que salir de la península para trabajar y se llevó con ella a mi hermana, yo tras un destrozo amoroso y catastrófico más en mi vida estaba de nuevo sola en una casa enorme con tan sólo mi perro y mi gata, los únicos dos que a día de hoy siento que me acompañan pero claro el destino tiene que distraerse con algo y a veces siento que ese algo soy yo. A comienzos de octubre me tocó ir a Sevilla para seguir estudiando la carrera. Tuve que dejar a mis mascotas con sus respectivos cuidadores e irme a estudiar sintiéndome una completa irresponsable por no estar con ellos. con una compañera de piso que agradezco a día de hoy. Ahora vivo de alquilada en un piso con una chica que agradezco bastante que sea mi compañera, sin embargo tras un patético episodio qué me ocurrió el año pasado me de muchísimo miedo afianzar nuestra relación más allá de un par de conversaciones a la semana sobre la vida universitaria.

El año pasado mi madre que siempre ha sido una luchadora no tenía mucho tiempo libre y yo por mi parte tengo un vínculo casi maternal con mi perro asi que hice lo posible por llevarme a mi perro a vivir conmigo en un piso compartido. Se masca la tragedia. Tras un primer mes de paz entre mis compañeros y yo, obviando los típicos roces de universitarios primerizos, vino la tormenta y es que al parecer a mi compañera de piso le parecía totalmente horripilante que yo decidiera quedar de vez en cuando con un sólo amigo y llevarlo a mi casa ya que según ella eso era un piso de estudiantes y las personas que entraran allí debían ser bajo una excusa académica. Yo me negué en rotundo, es decir, soy una persona muy sociable, pago el alquiler y llevo a sólo una persona como mucho dos veces en semana a horas normales y sin armar escándalo más allá de alguna que otra carcajada. Mi negación fue suficiente para dar pie a un continuo boicot que afectara a mi vida social, académica y desgraciadamente a mi perro. Fue desde decirle a mi madre que yo tenía un prostíbulo en mi habitación (Cuando yo no mantenía relaciones con el chico en cuestión, al menos en ese momento no) hasta romper platos una noche que yo estaba en mi pueblo para que el casero decidiera echarme pasando por que mi perro era un ser antihigiénico y molesto para que me viera en la obligación de llevarlo con mi madre.

Cedí, como os he dicho soy una persona que está cansada de que le quieran quitar el motivo de mi felicidad, asi que me fui, dejé a mi perro con mi madre y en menos de una semana había encontrado una ratonera en la que meterme. Lo que viene a continuación aún no tengo claro si me hace sentir feliz o triste pero desde luego me hace preguntarme porqué no volví a casa con mi madre y el rabo entre las piernas en lugar de hacerme la fuerte y seguir como si nada.

Era una ratonera en toda regla, una habitación de unos tres o cuatro metros cuadrados con una distribución que dejaba que desear y que tan sólo incluía cama, cómoda y armario, yo desde luego lo vi como la mejor opción frente al boicot diario que vivía en el otro lugar, asi que lo alquilé. Durante ese periodo de mi vida comencé una relación que a día de hoy no entiendo porqué la mantenía y conviví con personas de casi todas las etnias hispanas primero dos colombianos y un turco, luego ocho gitanos (sí, ocho gitanos cuatro en una habitación y otro par por los sofás), luego un par de peruanas y finalmente una parejita de españoles. Muy lejos de lo que pueda parecer eran todas personas maravillosas y con las que conviví de una forma extraña en el sentido de que en el piso había tres habitaciones, las tres se alquilaban de forma sistemática nada más ser abandonada por el inquilino anterior y el casero ni siquiera avisaba, una mañana levantaba e igual que me encontraba al casero fumándose un puro con los amigos me encontraba a un desconocido desayunando en mi cocina. Desde luego mi peor experiencia fue con los españoles ya que la parejita además de tener más cara que espalda tenían las manos muy muy largas, espero que me entendáis. Mi mejor experiencia sin lugar a dudas fue con los gitanos, a veces los sigo echando de menos, ni siquiera me acuerdo de sus nombres pero me hicieron sentirme tan acogida y aceptada, me invitaban a comer y me decían cosas preciosas, me daban muchísimo apoyo en un lugar que fuera a donde fuera me sentía atacada, era como parte de la familia, esta experiencia familiar que me duró nada más y nada menos que un mes. Extraño mucha la compañía de alguien que le de vida a mi hogar y a mi vida, a mi corazón en definitiva. Extraño mucho sentir el calor de una familia al llegar a casa.

Yo nunca he sido una persona solitaria ni madura ni responsable pero desde que mi padre nos abandonó no he tenido más opciones. A mi madre se le hacía un mundo tener que cuidar de dos niñas pequeñas sola mientras tenía dos o tres empleos dependiendo de la época, yo acababa de llegar a España y a duras penas podía hablar con alguien y desde ese preciso instante se me ha ido haciendo un mundo cada cambio en mi vida, y aunque por dentro sentía que todo me daba vueltas por fuera me he mantenido serena y firme siempre porque aunque a veces no me gusta siempre sé que es lo que debo de hacer.

Desde pequeña he tenido que aprender a cocinar sola, a sobrevivir con muy poco dinero, a entender que mi madre es un ser humano como cualquier otro y no tiene la fortaleza suficiente para cargar con mis problemas y los suyos y cuando me quise dar cuenta yo ya era mayor, me había creído tanto mi papel de cuidadora y protectora que ya no es sólo un papel de una niña pequeña y tonta huyendo de la realidad y haciéndose la dura, ahora es la personalidad de una joven atascada en un trauma infantil. Cuando me quise dar cuenta ya fuese por los valores que habia ido adquiriendo por los años o por la presión que ejercían sobre mí ciertas situaciones ya no habia vuelta atrás, yo no puedo ser una niña mimada y consentida, ni derrumbarme ante cualquier cosa, tampoco puedo dejar que alguien haga algo que yo tengo que hacer por mi, estoy tan acostumbrada a sufrirlo todo sola que me da más miedo que alguien haga algo por mi a equivocarme y que no haya vuelta atrás.

Me he convertido en un tipo de persona que mucha gente envidia pero que desde luego cansa mucho, hay días que me levanto con la fuerza suficiente como para pensar que todo lo que me esfuerce hoy se me recompensará mañana y hay otros días que directamente sólo quiero llorar y esperar a que el tiempo pase y la cosa cambie. Pero por desgracia la vida me ha enseñado desde muy pequeña que las cosas no cambian solas y que si quieres algo lo tienes que luchar. El problema llega cuando me doy cuenta de que desde que tengo uso de razón, cuando mi padre se fue, la cosa ha mejorado pero muy muy lentamente tan lentamente que es casi agónico tener que ver como hay gente que tiene todo tan fácil y lo desprecian y yo sin embargo aquí sigo, sintiendo que no tengo donde refugiarme ni a donde ir, que la vida que tengo es la que me toca y el camino que recorro es el que tengo que seguir por muy largo que se me haga.

En resumen siento que estoy cansada de hacer lo que tengo que hacer para que el día de mañana con un poco de suerte pueda tener el camino hacia delante algo más fácil. Es muy difícil resistirse a la tentación de apartar todo lo que me agobia de un lado, dejar la carrera e irme de nuevo con mi madre, llevarme a mis mascotas conmigo y sentir que no tengo que alejarme de lo que amo para salir de esta, el problema es que esta nunca acaba y llevo diez años repitiéndome el mantra de que al final todo saldrá bien, hay días pienso que ese final no más que el inevitable porque sino no le encuentro sentido a mis propias palabras. El día de mañana va ser exactamente la misma tortura que el día de hoy pero depende de mi si lo voy a vivir con una sonrisa y a pensar que de aquí en unos años habrá algo que inunde mi alma de amor o si por otro lado el día de mañana, va a ser otro oscuro día en mi historial en el que sólo voy a querer mirar al techo mientras pienso que estoy cansada. No dejéis que el miedo os hunda en la miseria por mucho que a veces parezca que el túnel no tiene salida, la tiene y a lo mejor está tan lejos que de momento no la ves o ya la has pasado y no te has querido dar cuenta, al fin y al cabo lo importante es la actitud con la que vives el viaje ¿No?

En fin espero que os haya gustado y que os haga pensar en que cosas tenéis, deis las gracias por esas cosas y luego penséis en lo que no tenéis y queréis y como conseguirlo sin destrozar lo que ya habéis construido. Un beso ❤

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